Esencia de Socotra (incienso y mirra)

15,00

Incienso y mirra en grano para quemar de la isla de Socotra, Yemen. Se presenta en dos bositas en una cajita artesanal de cartón reciclado, forrada con un mapa antiguo de la isla de Socotra y cerrada con cuerda de fibra de coco y una pequeña pluma de metal en referencia al ave Fénix que la mitología cuenta que anidaba en la isla.
Se acompaña de un pequeño extracto del libro “Socotra, la isla de los genios”, del escritor Jordi Esteva.

Bolsitas de 20-22 gr. Quemador NO INCLUIDO.

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Cuenta una leyenda que el Rey Melchor partió del punto más meridional de Yemen, un hermoso lugar de aguas azules en el Índico, en su camino hacia Belén. Llevaba en sus alforjas incienso y mirra, productos enormemente valorados por las civilizaciones antiguas, utilizados en ocasiones como productos mágicos y a los que se otorgaba igual valor que al oro.

La economía y riqueza del Yemen se basó durante siglos en su cultivo, que junto con el comercio de especias llevaron al país a su época de máxima riqueza y esplendor. Las caravanas de camellos recorrían la ruta del incienso, dejando a su paso mil aromas que fascinaban a quién asistía a ese mágico espectáculo.

Llamada la Arabia feliz por los mercaderes que lograban penetrar en sus tierras, Yemen estaba envuelto en un halo de misterio que los aromas a especias, el fragante incienso y la enigmática mirra contribuían a aumentar, puesto que su aroma era el más grato que se les podía ofrecer a los dioses.

El incienso y la mirra se han seguido usando por los yemeníes a través del tiempo con sabiduría y talento. Para ello, en la antigua región de Hadramout, donde los árboles aún crecen espontáneamente, se sigue practicando una incisión en el tronco de la planta y se deja resbalar la resina, de color gris oscuro el incienso, de color ámbar traslúcido la mirra, sobre hojas de palma, para que al contacto con el aire se solidifique. Después podremos encontrarlos, igual que treinta siglos atrás, junto con la canela, el sésamo, el clavo, el azafrán, el cardamomo, la henna o el kohl, en los fascinantes y laberínticos zocos callejeros, donde no faltará en pequeñas cantidades sobre las brasas encendidas de un hornillo, exhalando un espeso humo que lo inundará todo con su embriagadora fragancia. Un verdadero espectáculo para los sentidos que nos trasladará a las fábulas de Sherezade.

«Desde el Imperio Antiguo, los egipcios viajaron a los confines de su mundo en busca de incienso. Al igual que la mirra, el incienso era un bien absolutamente indispensable en los procesos de momificación, en la medicina y en los rituales de los templos. Era tal la demanda de aquella resina tan rara que su precio superaba al del oro. Quizá la ambigüedad de los egipcios respecto a la ubicación de Socotra -la isla de Paanch- y del reino de Punt, incluso la confusión entre los dos lugares míticos, se tratara de algo deliberado para no desvelar dónde se aprovisionaban exactamente del incienso y la mirra".

 

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