La web del Programa 30 minuts publica un artículo, escrito por Eva Erill, Presidenta y cofundadora de Solidarios Sin Fronteras, sobre la situación en el país ahora que entra en el 8º año de guerra y continúa siendo la mayor emergencia humanitaria del planeta.
Os dejamos aqui el LINK DEL ARTÍCULO (en catalán)

Y aquí la traducción al castellano:

Romper el silencio sobre Yemen, devastado por la guerra.

Eva Erill es fundadora de Solidarios sin Fronteras, la única ONG creada en territorio español para ayudar a Yemen. Son tres mujeres voluntarias que trabajan para ayudar a un país destruido por la guerra ante la aparente indiferencia de todos y el más absoluto silencio mediático. En este artículo explica cuál es la situación en el país, todavía atacado por Arabia Saudí con armas vendidas -en parte- por España.
«La mayoría de nuestros sueños son derechos en los otros países», nos escribió un día Widad. Widad es de Yemen. Vive en Sana’a, la capital del país, una de las zonas más devastadas por una guerra que dura ya 7 años y que el mundo entero ha decidido ignorar, como si no existiera. Es como si los más de 377.000 muertos yemeníes, según la ONU (y eso sólo son datos oficiales; es imposible contabilizarlos en las zonas donde no se puede ni acceder) fueran muertos «de segunda». Un 70% son niños y niñas: más de 10.200 han muerto o han sido mutilados directamente a causa de la guerra, pero otros muchos mueren por enfermedades evitables, como el cólera o la diarrea, o por desnutrición.
Desde hace 7 años, Yemen es la emergencia humanitaria más grave del planeta, con una población de 30 millones de personas, de las cuales más de 20 millones necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir, y 14 millones de éstas directamente no tienen comida .
Esta cifra -ya escalofriante por sí misma- no deja de crecer y, por si fuera poco, las consecuencias de la guerra en Ucrania sobre países tan destruidos como Yemen son terroríficas: el precio del saco de trigo ha aumentado de 22 a 66 euros en un país en el que una gran parte de la población no cobra ningún salario. Y la ONU informa que pronto eliminará la ayuda alimentaria a otros 8 millones de personas, porque no tiene fondos…
Cada 9 minutos muere un niño en Yemen. Una persona muere o resulta herida cada hora desde que empezó el 2022, año en el que la guerra está más encarnizada que nunca… Pero, a pesar de estos datos, el país no existe para el mundo. Todos los días vidas perdidas, infancias robadas.
Shaima no duerme por las noches. El pánico cuando oye cada avión que sobrevuela el cielo de Taiz la paraliza. Últimamente, los ataques sobre todas las ciudades y pueblos de Yemen no dejan de aumentar: 700 ataques en el último mes, miles de muertos y cientos de familias destrozadas.
Shaima no puede dejar de temblar. Su marido trata de calmarla y también sus tres hijos, uno todavía bebé. Las noches se han convertido en el momento más temido. Pero un día, el bombardeo no llega de noche: un día el ataque ocurre a plena luz del día. Shaima y su marido están en el trabajo. Los niños en casa, con la abuela. La bomba los mata a los tres. Cae justamente sobre el patio donde los dos grandes jugaban y el más pequeño dormía en la hamaca. Semanas después también destruyen la escuela donde Shaima trabajaba. Ella, como tantas otras personas en Yemen, ya no recuperará la cordura.
Hussein tiene 11 años y debería estar en la escuela, pero trabajaba en un lugar de extracción de petróleo. Un día bombardearon un almacén cercano y hubo un incendio. Hussein sufrió quemaduras muy graves en toda la cara y las manos, que tenía manchadas de hollín. La recuperación fue larguísima, pero necesitarían varias operaciones con injertos de piel. Su padre trabaja en el campo y Hussein le acompaña cada día, con el sueño de poder llegar a ganar el dinero que le proporcionaría una cara «nueva». Su padre se calla y no dice nada. No podría afrontar los ojos de su hijo en el momento de decirle que esto nunca será posible mientras vivan en Yemen.
En 2013, antes de la guerra, Faten celebraba su cumpleaños en una terraza de Sana’a. En la mesa de al lado, Eva admiraba la ciudad embelesada, mientras curiosa, observaba lo que ocurría a su alrededor. Faten se levantó y la invitó a un pedazo de pastel. Aquello les cambiaría la vida para siempre, pero en ese momento no podían ni imaginarlo. Se fraguó una fuerte amistad. Eva volvió a visitar el país otras veces, fascinada por la que se conocía como la «Arabia feliz».
Pero, en el 2015, ya no pudo volver a entrar..
El 26 de marzo de 2015 estallaba la guerra: Arabia Saudí -con el apoyo y la logística de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, y el armamento de media Europa- empezaba los bombardeos en el país para, para, supuestamente, restablecer en el gobierno al presidente Mansur Hadi, que había caído en enero de 2015 cuando el grupo de los houthis, con el apoyo de Irán, había logrado el poder.
En realidad, una lucha entre Arabia Saudí e Irán por el control geopolítico de la región y los recursos, pero que sin el apoyo y la logística armamentista de los aliados occidentales no podría haberse producido. Uno de los países más pobres del mundo, atacado por los más ricos, con toda la artillería de EE.UU. y de los países europeos.
Aquel 26 de marzo del 2015, Arabia Saudí y EEUU impusieron un bloqueo en todo el país que en pocos meses dejó a la población de Yemen en una situación humanitaria catastrófica. La guerra en Yemen ha alcanzado un nivel de barbarie como pocas guerras en la historia reciente, y la responsabilidad del gobierno de España es total, porque está obteniendo grandes beneficios económicos con la venta de armamento a Arabia Saudí.
Una noche de abril del 2015, un mes después de comenzada la guerra, Eva recibió un mensaje de Faten en el que preguntaba: «¿Podemos hacer algo por mi pueblo? Se mueren de hambre.» Noelia, en Girona, se sumó de inmediato. Y así nacía Solidarios sin Fronteras, una ONG formada por 3 mujeres voluntarias, y la única creada en España para ayudar a Yemen. Siete años después, ven con una tristeza infinita cómo siguen igual de solas. La indiferencia hacia Yemen lo envuelve todo.
Conseguir cada mes los fondos para repartir almuerzos en las escuelas y alimentar y proporcionar agua a 12.000 personas es una tarea descomunal que no permite detenerse ni un segundo. Y más cuando la emergencia de Yemen no sale en ninguna parte, no existe. Es invisible.

Un incontable número de bombardeos sobre hospitales, escuelas, bodas, entierros, autobuses escolares, campos de desplazados, mercados, casas, fábricas, campos de cultivo, aeropuertos, puertos, mezquitas… Todo es un objetivo, no importa. La sangre yemení no vale nada, son «daños colaterales». Incluso, desde octubre de 2021, la ONU ha detenido las investigaciones sobre los crímenes de guerra y, ahora mismo, la impunidad es total.

Matar en Yemen sale gratis.

Artículo de Eva Erill.
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