En el DÍA DE LA MADRE, no nos olvidemos que…

«Qué suerte no ser una madre yemení, palestina, ni una madre siria, ni una madre afgana, ni una madre kurda, ni una madre del cuerno de África!

¡Qué suerte no tener que sostener la muerte de mi hijo en mis brazos…
ese pequeño cuerpo que se ha muerto sin más,
de hambre, de sed, desangrado,
atravesado, zas, por una bala!

¡Qué suerte no tener que abrazar a mi hijo muerto
mientras mis ojos se resecan, lentamente,
de dolor, de impotencia, de rabia contenida!

¡Qué suerte no tener que sortear cada día
el rostro enjuto y oscuro de la Parca,
y regalarle, esconderle, ocultarle
los rostros malditos de mis hijos,
que han nacido donde nada importan,
donde nada valen, donde nada son…!

Qué suerte, me repito cada día, qué suerte,
mientras mis hijos, tranquilos, duermen su infancia merecida».

Poema adaptado de Marisa Peña, «Indignhadas»

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