Un día en Yemen nos enseñaron algo: según el Corán el mundo acabará cuando el bien sea perseguido y el mal se salga con la suya…
Desde hace muchos meses esa sensación nos persigue en Yemen: la criminalización de las ONG’s, la persecución del personal humanitario, las amenazas sobre quiénes trabajamos para ayudar (especialmente si son mujeres), convierte todo esto en un sinsentido alucinante: tener que hacer el bien a escondidas, ocultándonos, con todo el cuidado del mundo, a horas intempestivas… para no ser detectadas, para que no se vea nuestro trabajo, para mantener ese perfil bajo que significa no solo poder seguir haciendo lo que hacemos, si no también sobrevivir. Y por esto os mostramos una vez más el reparto de alimentos a las familias que no tienen nada.
Porque el mal busca triunfar. Porque el mal pretende demonizar el trabajo humanitario. Porque no quieren ojos ni oídos que puedan explicar lo que pasa, que puedan mostrarlo.
Distribuir la comida se ha convertido en una acción muy muy arriesgada. Prohibiciones expresas de ayudar a quienes nada tienen, amenazas sobre quién lo hace a pesar de todo… Por eso, distribuir de noche, sin apenas luz, es cada vez una opción más necesaria…
Estamos en uno de los países más peligrosos del mundo. Nunca nos olvidamos de ello. Y tenemos allí un equipo que se juega la vida cada día. Su protección es lo más importante. Porque sin Faten, sin ella y sin Alí, nada de lo que hacemos sería posible. Su vida, su persona, es lo más preciado que tenemos en la ONG. Y lo sabemos cada minuto de cada día desde hace más de 7 años.
Pero aunque el mal quiera vencer, quiénes intentamos hacer el bien no nos rendimos. Las Faten de este planeta nunca se rinden. Y si ella no se rinde, nosotras menos.
Y si no nos dejáis de la mano, nos sentimos más fuertes. Porque ahora mismo la situación en Yemen es más que dramática. Necesitamos todo el apoyo del mundo, Faten necesita todo el apoyo del mundo.
¿Nos ayudáis a seguir? Que no puedan acallar nuestra voz!